Hace algo más de 3 años nos reuníamos para celebrar los 30 años de la revista Integral. Creo que es una de las publicaciones más longevas de los quioscos de España, sorteando por el momento todos los avatares del mercado editorial. Uno de sus fundadores, Jaume Rosselló, ha querido entrevistarme para hablar sobre el libro El huerto curativo, sobre huertos y sobre tiempos pasados, presentes y futuros. Después de haber compartido con Jaume miles y miles de horas trabajando juntos en aquella editorial, es un placer volver a estar en las páginas de Integral, aunque sea como invitado. Esta es parte de la entrevista:

¿Tomás, cuándo te sentiste “tocado por la clorofilia”?

Esa expresión la oí por primera vez de Andoni Luis Aduriz, hoy considerado el segundo mejor cocinero del mundo, que habla de una especie de sentimiento reverencial a las plantas, de su cultivo y preparación en la cocina como un homenaje a la vida a través de la contemplación, el arte y la creación. Para mí, “clorofilia” es un sentimiento de unión con las plantas, como si la savia también corriese por mis venas… (¡por eso los “tocados por la clorofilia” no dejamos de ser un poco marcianos!) Puestos a escoger algunos momentos en los que he experimentado esa sensación:

· Una mañana de domingo cuando tenía 11 años, todavía en la cama, pensando que sin las plantas y el sol no habría vida en el planeta, que estaríamos todos muertos. Una idea que me pareció luminosa, totalmente racional, porque mi padre era maestro de escuela de los de antes y fantasías pocas.

· Una tarde de finales de verano a los veintitantos, sintiendo la tormenta desde un soportal de Santa Pau, en la Garrotxa. Nubes, bosques, maizales, pastos verdes, con unos colores exacerbados, con el aire electrizado, con la conciencia muy atenta y muy tranquila. Los románticos y otros artistas han intentado pintar eso en sus paisajes. Jaume, tú estabas allí, mucho tienes que ver con esa “visión”.

· Un viaje entre bosques y caseríos del País Vasco, con Ignacio Abella, que en aquella época se hacía llamar Basajaun-Madreselva (los basajaun son seres mitológicos vascos, espíritus del bosque), cuando hacía las fotos para su libro “El hombre y la madera”, al que seguirían “La magia de los árboles” y “La magia de las plantas”. La aguileña que cada año florece en mi jardín proviene de unas semillas que él me envío por correo.

Ahora, si hablamos de las plantas de comer, realmente no sentí la “clorofilia” hasta que no planté un huerto. Como dice Michael Pollan cuando habla de coevolución, me han atrapado, hacen que trabaje para ellas, reproduciendo su código genético año tras año. A cambio me dan unos tomates deliciosos.

 

–Si ahora tuvieras que iniciar tu propio huerto, con la poca experiencia de un urbanita, ¿cómo o por dónde comenzarías?

 Más o menos como empecé yo, con unas pocas macetas en el balcón, el patio o la terraza de casa. Buen sustrato (ahora hay unas tiendas por Internet magníficas, donde puedes comprar cómodas mesas de cultivo) y un sistema de riego por goteo, producían tomates cherry, lechuga roble, rúcula, rábanos, zanahorias, pepinillos, cebolletas, ajos tiernos, perejil, albahaca, menta y otras joyas para preparar una ensalada fresca o una salsa pesto al instante. Me pareció una forma de cultivar elegante, sin mucho trabajo y sorprendente en medio de la ciudad.

Si cuentas con algún familiar o amigos hortelanos, ayúdales unos días y pregunta mucho. Si no es así, deberás leer un poco o hacer algún cursillo, que cada vez hay más. La parte final de “El huerto curativo, con el capítulo “Vamos a empezar”, libros y páginas web recomendadas, da muchísimas pistas.

Si tienes la suerte de disponer de algo de terreno, el cultivo en bancales tipo “parades en crestall”, el método difundido por Gaspar Caballero, con su riego por goteo, acolchado y uso de compost, te dará unas cosechas abundantes con relativamente poco esfuerzo.

 

–Como terapeuta hortícola, ¿qué otras cosas, aparte de los alimentos, cosechas de tu huerto?

En terapia hortícola soy todavía aficionado y estudiante, por ahora solo me la aplico a mi mismo. Lo puntualizo porque en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y otros países existen metodologías muy concretas para el tratamiento profesional de diferentes casos, con titulaciones universitarias específicas, asociaciones profesionales y miles de proyectos que utilizan el huerto y las plantas como elemento terapéutico para la rehabilitación física, la educación de discapacitados, el cuidado de personas mayores y la integración de personas en riesgo de exclusión social, así como también para el tratamiento de adicciones, la asistencia a víctimas de abusos o la reinserción de personas en prisión.

Personalmente, además de proporcionarme alimentos sanos y sabrosos, el huerto me sirve de ejercicio, me permite estar al aire libre, me deja tiempo para pensar y para no pensar y, sobre todo, me permite estar de vacaciones permanentes. A los quince minutos de llegar de la ciudad, cojo unas judías y me pongo a regar, jugando con el agua y con la tierra como cuando era pequeño. Sí, digamos que me quita el estrés, me equilibra personalmente y pone en perspectiva lo que es verdaderamente importante en la vida. No es poco.

Cultivar un huerto es un acto que afecta a muchas capas de la realidad, que van desde tu sentimiento de autoestima o la salud de tu familia, hasta el sistema económico o la conservación de la vida en el planeta. El desarrollo de esta idea es muy enriquecedor para los horticultores con experiencia, que a veces no son conscientes de las implicaciones de su actividad. Por supuesto, considero irracional que el cultivo del huerto no se haga con métodos orgánicos o ecológicos.

 

–Aparte de los sabores y del placer para los sentidos, ¿has notado en ti mismo, las ventajas para la salud que describes?

Sin duda. Tengo mejor color, más fuerza, más agilidad, ¡menos tripa de cincuentón!  En general, el trabajo en el huerto me hace sentir más vital. Empezar un huerto en serio fue una entre varias decisiones vitales drásticas que tomé hace unos pocos años, un momento en el que mi presión arterial llegó a estar en límites peligrosos y con la dieta había poca cosa que hacer, soy prácticamente vegetariano. En el libro explico, mi perplejidad tras mi primera visita a un médico en varias décadas. Explico que salí de allí con una cajita de pastillas, un botecito envuelto en celofán y el resguardo para una tarjeta plastificada. Eso no podía seguir así toda la vida…

 

–“Si quieres ser feliz toda la vida, hazte agricultor”. ¿Puede ayudar a los parados, el cultivo de un huerto?

No voy a proponer como solución a la crisis que todo el mundo se haga agricultor a tiempo completo… Pero el otro extremo es quedarse hundido en el sofá, lamentándose de lo mal que está todo, de lo injusto que es el mundo, de que esto lo arreglen los que lo jodieron… No va a ser así, para solucionar esto has de solucionarte tú, y en eso el cultivo de un huerto puede ayudarte mucho. Te saca al aire libre, te ocupa parte del tiempo, te hace producir alimento para tu familia y tus vecinos, te recuerda que las mejores cosas de la vida son gratis. Los terapeutas hortícolas aseguran que el trabajo en el huerto aumenta la autoestima, alivia la depresión, aumenta la sensación de control, mejora el sentimiento de valía personal, mejora la integración e interacción social.

Organizado de forma comunitaria, como grupo de producción y consumo, un huerto puede ser un proyecto emprendedor que da trabajo y alimento a muchas familias, fuera del marco de la economía convencional e incluso dentro de él. En el libro explico experiencias de empresas sociales en varias ciudades del mundo.

Para mi es inexplicable, que los ayuntamientos y otras instituciones no cedan terrenos a las personas desocupadas, y a todo el que lo desee, para poder cultivar huertos. Hay muy buenas experiencias en algunas ciudades de nuestro país y otras nefastas, con excavadoras arrasando en un minuto huertos informales creados en zonas abandonadas de la ciudad. Nadie valora el ahorro que suponen en limpieza, seguridad o servicios sociales, ya que la utilización de esos espacios por los «huerteros» impide que se conviertan en vertedero de escombros y desechos, en matorral o en lugares percibidos como inseguros. A la vez, los jubilados y desempleados que los cultivan tienen una ocupación y mantienen la salud de un modo más satisfactorio y productivo que dependiendo de los recursos en centros de día y otros servicios asistencia.