Como otros bulbos, su cultivo es muy fácil. Basta enterrar uno de sus dientes con la punta hacia arriba para obtener una cabeza de ajo. No se hiela nunca, pero puede pudrirse en terrenos mal drenados. Se pueden plantar en cualquier época del año, pero lo tradicional es hacerlo a finales del invierno y recoger en julio y agosto las cabezas suficientes para conservar en manojos o ristras para su consumo hasta la siguiente temporada.