Stefano Mancuso - huertos-orgLa entrevista que hice a este pionero en la investigación de la neurobiología vegetal, el pasado mes de abril para la revista CuerpoMente, ha traído algo de cola. Stefano Mancuso afirma que las plantas tienen una fina sensibilidad a todo lo que ocurre en su ambiente y que reaccionan de forma inteligente y muy sofisticada. Las plantas poseen cinco sentidos muy parecidos a los nuestros, pero tienen además al menos otros quince muy sorprendentes, cuya información son capaces de trasmitir a diferentes partes de la planta y a otras plantas de su comunidad, siendo capaces de tomar decisiones muy complejas. Todo esto lo explica en detalle en su libro Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, recién publicado en España.

Al leer todo esto, algunos lectores vegetarianos se han alarmado ante la posibilidad de estar causando dolor a las plantas por el hecho de comerlas. Transcribo aquí lo que me respondió al respecto:

–¿Ahora tampoco voy a poder comer vegetales?

–No te preocupes. Los frutos son «paquetes regalo» que las plantas ofrecen con la intención de que los animales las transporten o ayuden a reproducir sus semillas. Es una especie de intercambio en la
que las dos partes ganan. Algunas plantas han sido domesticadas por los humanos, nos alimentan pero así logran multiplicarse mucho más que muchas otras de su género.

–Sí, a veces tengo la sensación de que las tomateras me ponen a trabajar cada año para ellas en el huerto…

–A cambio te darán unos buenos tomates, si lo haces bien y tienes suerte. Eso es lo que afirma mi amigo, el escritor Michael Pollan [véase su libro La botánica del deseo que recomendamos aquí hace unos años]. Según él, se da
una coevolución entre plantas y humanos, algunas plantas utilizan a los humanos para extenderse por el planeta, unas cuantas con mucho éxito, como el trigo, el arroz o el maíz.

–¿Pero qué ocurre cuando consumo partes de la planta que no son sus semillas?

–Aunque las plantas sean muy sensibles con respecto a todo lo que pasa en su medio, eso no significa que sufran. El dolor es un mecanismo muy eficaz en la estrategia de supervivencia de los animales, basada en el movimiento constante para obtener lo que necesitan. El dolor provoca en el animal la respuesta de huida, pero la estrategia de las plantas es la contraria: la inmovilidad. Para ello han desarrollado una resistencia pasiva al ataque de los depredadores y una gran atención a todo lo que ocurre a su alrededor. Su cuerpo está construido a partir de una estructura modular, en la que cada parte es importante, pero ninguna del todo indispensable. Son divisibles, no «individuos» (indivisibles) como los animales.
En las plantas, las funciones no van ligadas a los órganos. Eso significa que las plantas respiran sin tener pulmones, se alimentan sin tener boca ni estómago, se mantienen erguidas sin tener esqueleto y son capaces de tomar decisiones sin tener un cerebro localizado. Gracias a esta fisiología tan particular, pueden escindirse porciones amplias de la planta sin amenazar su supervivencia: algunas pueden ser depredadas hasta el 90 o 95% y volver a crecer a partir del pequeño núcleo superviviente. La manera más adecuada de pensar en un árbol, un cactus o un arbusto consiste no en compararlos con un ser humano u otro animal, sino en imaginarlos como una colonia.

–¿Los vegetarianos pueden estar entonces tranquilos?

–Si comes carne has de destruir muchas más plantas: las miles y miles que consume cada herbívoro. Un rebaño que pace puede devorar un prado entero en una tarde, pero a los pocos días este se ha regenerado por completo, su fisiología y estrategia de supervivencia son completamente diferentes. Gracias a ello, las plantas han conseguido ser el 99,7% de la biomasa del planeta, los animales somos tan solo el 0,3%.