En este reportaje del programa de la BBC “Around the World in 80 Gardens” (2008) Monty Don recorre los huertos urbanos de La Habana, los organopónicos, un sistema de huertos orgánicos con el que se produce la mayor parte de las frutas y verduras que se consumen en la ciudad.

Surgieron por pura necesidad, como una respuesta comunitaria a la falta alimentos tras el colapso de la Unión Soviética. Cuba perdió su principal socio comercial y los subsidios, así como el acceso al petróleo, los fertilizantes químicos y pesticidas. Entre 1989 a 1993, la economía cubana se contrajo un 35% y el comercio exterior se redujo 75%. Sin la ayuda soviética, la producción agrícola nacional, basada en los cultivos extensivos con máquinas y derivados del petróleo, disminuyó a la mitad. En esta época, llamada en Cuba el “Período Especial”, la escasez de alimentos se agudizó. El promedio por el consumo de calorías per cápita cayó de 2.900 al día en 1989 a 1.800 calorías en 1995. El consumo de proteínas se desplomó el 40%.

La gente salia al campo en bicicleta para intentar conseguir frutas y verduras frescas. Algunos empezaron a cultivar por iniciativa propia en solares abandonados entre los edificios, en terrenos de aparcamiento, en espacios entre carreteras o en fincas baldías en las afueras de la ciudad. Miles de nuevos agricultores urbanos individuales, llamados parceleros, formaron y desarrollaron las cooperativas de agricultores y mercados de agricultores.

El gobierno tuvo que reconocer el éxito de estos emprendedores y parte de la producción puede venderse libremente en cada vecindario. En vez de encontrar oposición, estos agricultores urbanos cuentan hoy con el apoyo del Ministerio de Agricultura de Cuba (MINAGRI), que proporciona expertos de la universidad para capacitar en temas como abonos orgánicos, lucha ecológica contra las plagas y semillas. Bastantes explotaciones estatales, como la modélica de Alamar que visita Monty Don al final del vídeo, se reconvirtieron al cultivo orgánico de alimentos. Allí se cultiva en bancales largos y un poco elevados con paredes de hormigón o cualquier otro material disponible, rellenos de tierra con mucha materia orgánica y cubiertos con líneas de riego por goteo y acolchado en algunos casos.

La estructura de funcionamiento de los organopónicos varían de huerto en huerto. Algunos están a cargo de empleados del estado, mientras que otros se gestionan en forma cooperativa por los propios agricultores y agricultoras. El gobierno proporciona a los agricultores de la comunidad el permiso para utilizar la tierra y agua. Los parceleros pueden comprar los abonos orgánicos, semillas y tubos para el riego por goteo, así como medios para el “control biológico”, como insectos benéficos y plaguicidas de origen vegetal producidos en más de 200 centros públicos de todo el país. Como dicen allí: “Para ustedes la agricultura orgánica es una elección, para nostros era la única posible”.

Cuba cuenta ahora con más de 7.000 organopónicos y más de 200 huertos en La Habana abastecen a sus ciudadanos con más del 90% de sus frutas y verduras. Los rendimientos han más que quintuplicado, de 4 a 24 kilogramos por metro cuadrado entre 1994 y 1999, y en la actualidad alrededor de un millón de toneladas de alimentos por año se producen en los organopónicos.

Hay muchas cosas criticables en Cuba, sin duda, pero si vemos lo que está pasando en España, con el incremento del desempleo y, claramente, pobreza y menor consumo de alimentos frescos, quizá deberemos estudiar con gran atención la solución agrícola y social de los organopónicos.