El primer año de cultivo de un huerto suele ser mágico, las plantas crecen hacia el cielo de un modo inesperado, con formas que te resultan sorprendentes, y dan cosechas magníficas
por no esperadas. El año dos puede ser más terrenal,una caída en la realidad, que siempre es terca. Los caracoles han descubierto las espinacas, los calabacines se pudren porque
los regaste para que engordasen aunque el tiempo ya era bastante húmedo. El cultivo pierde algo de la ilusión infantil,donde todo vale, y comienzas a estudiar (en los siguientes
capítulos hay bastantes pistas y fuentes de información),a observar, y a aprender de la experiencia, porque ahora ya no te contentas con lo que buenamente sale. No importa lo
mucho que sepas, siempre te queda mucho por aprender. Y así, año tras año. El éxito nunca está asegurado, pero siempre habrá algunas agradables sorpresas: ¡qué bien se han
dado las berenjenas esta temporada!